Por Eduardo Mujica

 

En casa tenía que ser. No había otra fórmula. El escenario se presentaba ideal para que luego de 22 años de sequía la copa nacional volviera a brillar en las estanterías de Deportes UC. Y así fue. Con sufrimiento y dejando todo, la selección masculina de fútbol UC tuvo su merecido premio tras ganar en una apretada e infartante final a la Universidad Católica del Maule por 2-1.

 

El recorrido tuvo altos y bajos, pero así se forjan los títulos. Más si se trata de lo nacional FENAUDE. Sin sufrir no hay premio, dicen. En la fase de inicial la UC quedó posicionada en el grupo 4 con la Universidad de Tarapacá, la Andrés Bello (sede Viña del Mar) y la Universidad de la Frontera.

 

El primer partido fue goles y abrazos. Con los del norte, los dirigidos por Pablo Pellicer y Fernando Pozo desplegaron su mejor fútbol y barrieron con la esperanza de los ariqueños por un contundente 7-0. El siguiente partido era más difícil. Ahí, pese a bregar, los locales cayeron por un ajustado 1-0.

 

El último partido de la fase grupal había que asegurar. La visita iba a jugarse la vida y la UC tenía claro que ganar era el único resultado viable. Los del sur apretaron, pero los de la franja demostraron que querían la copa y, tras ganar 3-2, pudieron acceder a cuartos de final en la segunda ubicación con seis unidades.

 

En la fase final hubo un clásico entre ambas Pontificias: Santiagovs Valparaíso. El cotejo fue favorable para el local por 3-1 y un paso más que merecido a semifinales. En el paso a la final el escollo fue la Universidad de Atacama. Un partido duro pero en el que la UC logró imponer sus términos para llevarse la llave por un contundente 3-0.

 

La final no era nada fácil. El rival, proveniente de la séptima región, logró ponerse en ventaja al minuto de juego tras una descoordinación en la salida del local. Sin embargo, la UC era sólida y finalmente logró revertir el marcador cerca del final del cotejo mediante un penal. 2-1 y a celebrar la obtención de tan ansiado título. Algo que no ocurría desde 2001.

 

Para el capitán de la UC, Sebastián Cerda, haber obtenido este título es muy relevante, ya que, además de romper una larga sequía en torneos nacionales, significó una despedida para ocho miembros del plantel, con él incluido.

 

“Se siente increíble. Un honor y un orgullo tremendo. Los últimos campeones, lo que nos transmitían, era que salir campeones nacionales los había unido mucho como grupo. Se llamaban los Colosales. Nos comentaban cómo los marcó en su etapa universitaria y que hasta hoy tienen recuerdos y se juntan cada cierto tiempo. Nos transmitieron que iba a ser un partido que siempre nos iba a quedar grabado en la memoria. Esa fue la mayor motivación para salir a ganar. Quedar en la historia”, partió diciendo.

 

A lo anterior, destacó la importancia de defender los colores de la universidad. “Se siente un tremendo orgullo poder vestir los colores de la universidad. Soy hincha del club deportivo y abonado. Estoy muy ligado desde muy chico al club deportivo. Al minuto de entrar a estudiar a la UC no dudé en tratar de jugar y es lo que he hecho durante toda mi estadía en la universidad”.

 

Pablo Pellicer coincide con su pupilo. Para el DT ganar este nacional es volver a poner en lo más alto el nombre de la institución.

 

“Una tremenda importancia. Clasifican al Nacional los mejores equipos de cada zona. Es una instancia muy competitiva. Es un gran logro después de 22 años poner a la Católica nuevamente en el primer lugar”, dijo.

 

Además, quiso destacar la entereza mental del equipo para soportar seis días seguidos jugando, además de poner en relieve las virtudes del plantel.

 

“Este plantel siempre, cuando estuvo en la adversidad, fue muy fuerte de cabeza. Las ganas y la perseverancia de siempre ir adelante. De ser más que el rival demostrándolo con juego limpio. El aspecto táctico y mental. Estábamos muy fuerte de cabeza. Estaba la convicción de que éramos uno de los mejores equipos pero teníamos que demostrarlo en la cancha”, cerró.