Una garrocha de récord

Antonia Crestani batió una marca sub 23 que estaba establecida desde 2003, en un salto que la elevó un centímetro más que sus predecesoras, Carolina Torres y Pamela Barnes. Tras un tiempo alejada de la disciplina, volvió a elevarse para encontrar la felicidad. 
Por Eduardo Mujica (periodista DAE)
 
Las manos firmes en la garrocha. El día otoñal brinda un cálido sol que tiñe las nucas de quienes se congregan a esa hora en la instancia preparatoria en la pista atlética de San Carlos de Apoquindo. Antonia Crestani, quien a esa hora entrena en la altura precordillerana, toma una última bocanada de aire y habla fuerte, a sí misma, para no perder de vista los aspectos técnicos esenciales: “levanta los brazos, rodilla arriba, salta mucho”, dice, como una rutina preestablecida antes de cada prueba.
 
Diez pasos y el instrumento se clava en la pista para elevar a la deportista. Pasa el poste que fija en 3 metros con 91 centímetros la altura. Un centímetro más que hace 18 años. Un grito de júbilo, los brazos al cielo, y una caída que jamás olvidará, pues se sabía poseedora de algo único: acababa de establecer un nuevo récord sub23.  
 
La joven, quien la mañana del martes viste con polera blanca del Team Chile, habla distendida desde su ordenada pieza gris, que deja entrever a través de la pantalla. No oculta su alegría. Tras unos días desde la obtención de la marca, aún se emociona al recordar lo conseguido en el recinto precordillerano. “Llevaba pensándolo mucho rato. Cuando la hice grité. Fue muy rico y agradable que saliera. No me podía sacar la sonrisa de la cara. Estoy muy feliz”, cuenta con voz rápida, mientras una sonrisa sincera se dibuja en sus labios.
 
Pero llegar a esa emoción costó. Tuvo que sobreponerse a la ansiedad propia que genera el tiempo de pandemia. Incertidumbre, restricciones y largos períodos de encierro que, para cualquier deportista, no es fácil de sobrellevar. Con un manto de ansiedad que iba y venía, la deportista finalmente logró un quiebre y, después de un tiempo, se concentró en las acciones que dependían solo de ella. “Fue muy difícil para mí. De marzo hasta ahora es un periodo que lo he pasado mal por la cuarentena. Pero me pregunté qué cosas podía controlar yo y qué cosas podía realizar en la casa”, expresa ahora con alivio. 
 
Con la fase 2 en el horizonte, retornó a los entrenamientos y a probar con una nueva garrocha, más dura, para lograr un salto más alto. Aprovechando el envión anímico de volver al exterior, y recordando tanto el reciente triunfo en el Campeonato Nacional Adulto como su anterior mejor marca, 3 metros con 85 centímetros lograda también este año, se volcó a inscribir su nombre en los récords del atletismo chileno. “Me cambié de garrocha, a una más dura, que es mi drama usarla porque me cuesta. Pero estaba muy decidida. Esta semana iba a hacer esa marca”, espeta satisfecha.
 
Una decisión clave
 
No siempre tuvo las cosas tan claras. A pesar de que se encantó temprano con esta disciplina, allá por séptimo básico, hubo un momento en el que la joven tuvo una pequeña crisis de identidad que la llevó a alejarse del deporte. Periodo de dos años en los que se cocinó a fuego lento la duda sobre qué habría pasado si hubiese entrenado ese tiempo fuera de las competencias.
 
Como quien toma una decisión radical, Antonia se levantó un día de 2020 y entendió que no debía seguir batallando con la incerteza. Se volcó nuevamente a los entrenamientos y se reencantó con la garrocha y los saltos. “A principios de ese año decidí volver con todo a entrenar. Ver qué pasaba. No perdía nada. Y aquí estoy. Salió mucho mejor de lo que esperaba y ahora todos mis planes a futuro están cambiando”, dice Crestani. 
 
Una decisión que trocó su forma de ver vida, el deporte, y que le otorgó un segundo aire que hoy la tiene como campeona de la disciplina en Chile y con un nuevo récord que espera que le sirva como motivación a lo que viene, pues nada en su mete la saca de alcanzar los 4 metros y seguir recuperando, veloz, ese tiempo perdido. 
Una garrocha de récord